28 de junio de 2013

XIII

Allá a lo lejos
la distancia.
Te alejabas,
tranquila
echaste andar.
Te acercabas a tu ausencia,
a tu creación máxima.
Donde mis pies pisaban
la sombra crecía:
-a lo lejos-
tu casa
eras vos allá
entrando
sumergiéndote tras la puerta
-acá a lo lejos-
yo entrando
los siempre puentes
etimología inagotable de las direcciones opuestas.   

25 de junio de 2013

Oferta




Abrazo la ausencia.
Qué hay entre los brazos muertos
la cama vacía, la copa vacía
el televisor vacío
la ventana y las cortinas vacías
las fotos con la familia vacía
mirar tras la puerta, salir al pasillo
vacío
y encontrarse fumándose un puchito
con el reflejo de los vidrios opacos
y saberte vos contínua,
brecha de por medio
un pasito acá el otro allá
vacante, casi lista para estar en cualquier vitrina
y sin embargo no tan vacía
porque sabes que en algún lado estás
aunque no te pertenezcan esos dedos con que hoy fumas tranquila
y las ropas se te venzan en un plazo
los infatigables colores se te venzan
y se te gasten rápido las pupilas
y la forma en que te peinás
las cosas que giraban a tu vuelta ya no giran
y hay mundo sin vos y estás vos sin mundo
(lugar de nacimiento:cualquiera
lugar de pertenecia:ninguno)

difícil sabertelo así
la extensa búsqueda aleja y en eso
las raíces se van poniendo viejas y entonces
pensás si hay florcitas para vos ahí donde te queda
más cómodo, comodísimo
y te miras al espejo y sabes
aunque no quieras lo sabes
y entonces sí: vacío y ceniceros
lamparitas viejas y vacío
vacías botellas
vómitos vacíos de contenido
-vranquila vos vené vaciencia-
pero allá a lo lejos una pequeña luz
giros nuevamente, mundos nuevamente
la luna agrietada con su saludo cósmico
incendio de la ciudad
giro copernicano
mandarinas matecitos
la plaza amigos
las montañas espesas
musiquita guitarra poemas
letras  puntos comas
el corazón sigue vivo:
no se está tan vacía. 


18 de junio de 2013

Preámbulo para irse a dormir cuando tenés un poco de fiebre

Antes que nada: un té, el tiempo restante va a ir pasando lentamente. Esperar que el sueño y el frío calen en lo más profundo de los huesos de la espalda, que de a poco los dedos obstaculicen las manos, que las manos se quejen, los brazos se estiren, rocen la cabeza que comienza a nublarse, y el frío ya no se aguanta (menos el tiritar constante a la altura de las rodillas y la quijada), y tampoco el estornudo, las garganta raspada, los moquitos tristes cayendo suavemente. Que la fiebre retumbe en cada manga y bolsillo, en la frazada que tenés para que no se te enfríen más las piernas.
A la cama, ya es hora. Previo al desparramo del cuerpo por debajo de las sábanas, la música: un tanguito (mi caso), también puede ser algún jazz o blues, o una guitarra que suene más triste que la voz de los negros y también es válido.
Los movimientos suaves. Rogar que la cama esté tendida, acercarse despacio, arrastrando los pies, de a poco irse quitando la ropa, despacio, con la sutileza necesaria para no tocarse con los dedos cada vez más helados, despacio el sentarse en la cama, el ponerse el pijama con delicadeza, casi sin dedos y la cabeza que parece empañada, los ojos turbios. Ahora sí: pijama, otra colchita, tal vez otro abrigo porque el frío parece que no negocia y pretende quedarse, y entonces pones play al equipito y a prepararse. Y así seguís pensando que la cama nunca estuvo tan helada, que las sábanas parece que te desprecian y te susurran espacios llenos de frío, y se escapan por allá cerca de los pies. Al paso, pensás que las rodillas no van a parar de moverse, y el frío no se olvida de vos, y hasta te hace bailar la mandíbula. Es cuestión de un tiempito, ante esto vos pensás que nada peor te puede haber pasado, y que cuándo acabará esto que para enunciarlo referís a categorías tales como: agonía, sufrimiento, estertor (si es que la sabías a esa) y en realidad, lo que pasa, es que el tiempito se hace tiempo dependiendo de vos, mejor si te tranquilizas y escuchas la música que ya va cerca del cuarto tema, y no va que se te acabe y vos todavía no hayas cedido al acomodo, a la terrible fiebre y la desesperanza, lo que se corresponde.
Entonces el viaje podría comenzar en cualquier momento. Una vez que vos te acomodas y cedes un poco el espacio a la fiebre a que se diluya por todo el cuerpo (práctica que es mental por dos motivos: uno, porque vos pensas que la fiebre ya está por todo el cuerpo pero en realidad sólo la tenés en un espacio que va desde tu nariz hasta unos cuatro o cinco centímetros por sobre el hueso frontal, y dos, porque las posiciones mitad bolita mitad humana impide la salida de calor del cuerpo que por algún motivo quiere salir, y el cuerpo hay que darle eso que pide, entonces…), vas aflojando, convirtiéndote en un par de extremidades por debajo de una sábana, como si estuviesen sueltas y sólo un calor naciente de un centro las uniera, como esos muñequitos de madera raros que me suenan a Pinocho, y se van uniendo los pedazos a través de la música, las canciones que están bajito en el fondo, el esfuerzo necesario de escucharlas (pero algo te dice que para esto ya le tenés que haber metido algo de esfuerzo, ceder con más flexibilidad, no vaya a ser cosa que estés acá cuando se transite el tema nueve y el cd tiene sólo once canciones, viste. Ventajas de las nuevas formas de reproducción musical: formato mp3 y carpetas. Otro tema). La música en fin que suena al fondo, la pieza que espera en oscuras al sueño agobiante y que se te duerman los ojos, pero vos aguantas un poco, y además, difícil dormir con música cuando hay tanto instrumento suelto y un voz que te enciende hasta los cartílagos de la oreja. Pero es así: aguantas. El sueño de a poco te duerme el cuerpo, los brazos que se te quedan inmóviles, los nudos de la espaldan se dejan de sentir, las piernas que ya no responden al frío, permitido asustarse, claro, girar un poco el cuerpo para que no sientas que el resto se muere lentamente, y seguir concretando el sueño, por atrás, un fondo cósmico, oscuro, las estrellas son cada nota, cada palabra que resuena en el absoluto. Vos te vas durmiendo, y comienza el viaje. Vale despertarse, y tratar de encontrarse en la letra (por eso mi favoritismo a los cantantes en mi idioma para este tipo de traspolación), escabullirse de cada instrumento que resuena en cada tejido, en cada pedacito de hueso, que va tornando de otro color lo que era fiebre y como te va goteando el cuerpo, la remera pegada, el frío en la espalda y olvidártelo porque hay un bandoneón o una guitarra impecable en el fondo, un piano que no para de sonar y tus uñas quieren imitarlas contra el sonido de alguna superficie, se te escapa uno que otro gesto, articulas algo que se mueve sólo, tu cuerpo es fiebre y música, y vos estás ahí bajo capas de frazadas y sábanas, y también no estás, pero sonás ahí abajo, y tu cuerpo retumba el sonido en cada parte.
Te dormís, capaz que no dure mucho el sueño apagado, y seguro también soñas algo que se mezclará con las canciones y tendrá un ritmo particular. Al otro día te darás cuenta, no habrá que desesperarse, y dirás si el viaje fue plácido o turbulento, o si se te perdió algo en el durante (además de alguna media, las infatigables escurridizas), ya la fiebre de seguro se habrá dispersado y el cuerpo habrá vuelto a su temperatura normal. Permitido quejarse de que no se durmió, de que no se ‘descansó bien’, sutilezas innecesarias a esta hora del partido cuando recordás que anoche tu cuerpo volaba en fiebre y eras un solo caldito de sopa humano. De vuelta la tranquilidad, la paciencia y a tomarse un juguito de naranja en el desayuno, y así con sucesividades.

  

P.D: En caso de que siga el cansancio, el frío calado en la espalda al despertarse, y no haya sido de total (ni el más mínimo en realidad) agrado el viaje, ya el caso no me pertenece y mis métodos no se corresponderían, lo cuál –si me permite- lo derivaría con algún tipo de veterinario o un especialista en ondas magnéticas o de formas de metacomunicación clásicas de las ballenas francas australes porque, bajo mí criterio, no existe cerebro humano que resiste a la combinación de sueño y extractos musicales. A esto sumada la situación de fiebre, es un desvarío de la raza humana no “comerse un viaje” en tales circunstancias. 

13 de junio de 2013

Palabrerío III

Lo que queda es otra figura,
un cuadro distinto
paralelo.
Casi una antítesis,
aunque digo ‘casi’ porque sino
esto  sí sería una antítesis tal como se la conoce,
y es que tampoco haya tanto carnaval:
hay pena y hay gloria
una mezcla de melodrama y suspenso
que daría de qué hablar en todos los festivales de cine.
Así también
hay tanto perdón como olvido
aunque sea un poco de ambos
tampoco por completo,
y digo ‘tampoco’ porque sino
sería algo concluso
y no estaría acá
escribiendo esto que dejaré olvidado
en cualquier cajón.
Ante esto preguntarás
que para qué pija escribo todo esto entonces
si al fin y al cabo terminará
en un cajoncito de un cajón de algún mueble,
entonces yo te digo
que lo hago por costumbre,
o tal vez
porque sí
porque quedó algo
casi un cuadro distinto,
tampoco una analogía de algo mejor.


11 de junio de 2013

Palabrerío II

Seamos sinceros:
crees
en el confort de la angustia,
en la compañía sincera de un jarrón,
en la voluntad apagada
de una quijada sin sonrisa?
lo crees o solo asentís sin tanta penuria
sin tanto montaje y confección de los hechos
de lo que son –efectivamente-
los verdaderos hechos:
la verdadera angustia
el sincero jarrón
la apagada sonrisa.


En efecto: no hay tanta pena
hay alegría y primavera
y variedades de flores
entre la muchedumbre,
perdidas
dejándose morir al ras del piso –casi un cielo-
mezcla de chicles y colillas y hojas viejas
esperando volver a nacer
(cuando quiera la angustia
ponerlas en un jarrón
volviéndolas sonreír) 

10 de junio de 2013

Palabrerío

disparates
disparidad
disputas

desmanes
despótico
pero pará con tanta euforia, muchachita,
acá no hay carrera, no hay reloj
no hay barco que perdure
prolifere
provenzal
plumíferos
de qué lado estas, che
contando qué historia
qué histeria
cuántos horrores!
Pero andá con cuidado, viste
no vaya a ser cosa
que alguna pared se te cruce

por el frente
y te quedes sin pie

y sin derecho
como para comenzar bien la semana
pero qué le vamos a hacer
habrá que ponerle freno
y volver a empezar
con más disparates, disparidades, disputas…

5 de junio de 2013

XII


Que tristeza saber
que tenes un dolor infinito
clavado en el medio de tu cuerpo.
Y que ese dolor es tan tuyo
como todas las historias que me contas, a veces,
cuando te das ese tiempito nostálgico
y los ojos se te nublan
y queres volver a donde siempre, allá a lo lejos.
Saberte acá siempre
pero con distancias implacables,
y son dolores de cabeza, picazón, ronchas
maremotos que terminan
donde ahora empieza tu dolor máximo.
Tu dolencia ya es el tiempo
las historias de tanto naufragio, el asma, la cruel lejanía,
la vivir para contarla pero desde alguna nubesita
donde apoyarás tu cabeza y vivirás
en algún lugar remoto de todos los que conociste.
Y vas a estar bien, siempre
iluminado, sin las persianas cerradas, calefacción;
vas a estar como vos quieras
sano, sin esa mezcla de dolores y fármacos.
Con amigos, los mejores
con hermanos, los de antaño
con un cuadernito para que escribas tus memorias
y nos los mandes en alguna tarde de llovizna
y te queramos mucho más con el colorcito de las montañas,
e imaginemos tu mar y tus sombras
tus tantas manías
tu dolor sin lamentos, la vida nueva abriéndose paso.







1 de junio de 2013

Saludo

Se trastocaron un poco las cosas, viste,
un poquito más de luminosidad
y plaf
de pronto ya no estábamos en una misma habitación.
Supongo que de nada sirve que tratemos
de buscarle alguna puerta, un porqué
fueron sucesiones, la muletilla previsible.
Nos conocemos,
sabemos a dónde se dirige la cosa.
Y conocemos las nostalgias guardaditas en el escritorio,
las calumnias irrumpidas,
el globo desinflándose de a poco
perdiendo su tamaño
y más chiquito
y cada vez más globito hasta que
plaf
es sólo un globo, baboseado, amorfo.
Vos entendes como viene y va la cosa:
esto de que si nos cruzamos en alguna esquina
vos de una lado, yo del otro
por una misma vereda
sabemos que ahí abajo el kiosquito,
que cómo andas
y los canteros sin tanta flor gastada, marchita
por acá las cosas bien vos
un cielo sin tanta nubecita gris, desesperanzas microscópicas
y un hasta luego que sabés que es un hasta luego
porque ya no hay tanta literatura para ir narrando, viste 
ya no hay más que un gusto verte
y saber que verdaderamente el gusto es mío y tuyo a la vez,
sin tanto remordimiento,
sin tanto juicio detrás de cada muela.