28 de febrero de 2013

Las sombras

Si pudiera concentrarme en ti,
como mi sombra lo hace con tu sombra,
haríamos el amor bajo cualquier árbol
y las palabras se agotarían con tan sólo un roce.
Y estaríamos tan contentos
de saber que nuestra casa está en cualquier vereda, bajo cualquier sol,
tan sólo estemos el uno al lado del otro.
Podríamos jugar a encontrarnos,
cuando caminando nos soltemos las manos,
y nuestras sombras nos contemplen desde abajo,
tan cerca que son una sola.
Y descansar de nosotros juntos,
y que sin tocarnos,
las sombras nos vuelvan a unir,
bajo cualquier árbol, en cualquier rincón del sol.

26 de febrero de 2013

VII


Quedemos así:
en que las idas nunca nos llevaron a ningún lado,
y a las vueltas las olvidamos previo al saludo formal.
Vos me comprendes, es mejor así.
Aunque si sería de otra forma
con la suerte haciendo de camarada,
de fiel amiga y casi amante,
sabes que no trataría de negarlo.
Sin motivo para alarmarse,
las heridas ya son partes de mi cuerpo,
no hay nada más por sangrar.
O si.
Y entonces las propuestas quedarían vacías,
ante tanta precariedad clavada en la pared,
y la alfombra se desnudaría ante las sombras ya disueltas.
 

Y para comprender:
La cicatriz es un cascarón de la última flor de la primavera.
Y verás, que duele tanto que es insoportable
y el analgésico ya no da abasto
y el corazón se marchita
y el invierno no es más que otra invitación al cielo testarudo
que por hoy y mañana
no nos deja de llover. 

25 de febrero de 2013

I am the Waterloo



Me he dejado llevar,
basurear, acarrear, conmover.
He dejado que las aguas vengan y  purifiquen mi ausencia.
He fallado, negado,
disuelto, y luego, he aceptado.
Fui sustituida. Fui cómplice,
asesina, autora intelectual y escoria. 
He sido demasiado, y siempre tan poco.
He recitado plegarias, leído manuscritos,
he soñado y despertado desnuda, más de una vez.
He contraído fiebre y desvelos,
he leído epitafios con mi nombre,
he desistido al encuentro de algo tras la puerta del placard.
Me marchité más de un invierno.
Carezco de ímpetu, y en cambio, me encuentro sobrante de torpezas.
He trastabillado con mi suerte, 
y dejado que el azar no sea más que penuria.
He muerto y nacido en el mismo momento 
en que el amanecer se pintaba de gris;
y ante el canto somnoliento que en los ángeles brotaba,
he renunciado a los años sobrantes.
Y así me he desecho, antes que los cristales rocen mi piel.
Me he perdido y vuelto encontrar,
en los mismos bares, las mismas plazas,
rodeada de las mismas soledades, o tal vez nuevas.
He dejado que la corriente fluya, lejos de mí
como si mirarla desde la orilla ya no sea la muerte misma,
la vida sin un fin.




(Miro la vida desde un agujero, 
parecido al hueco de un pantalón.
Rodilla izquierda, para ser exacta).


15 de febrero de 2013

No entiendo


Las pericias, las falencias
las calles sin nombres, los trámites
los semáforos, los acolchados
las cocinas a gas, los rascacielos;
la monogamia, las partituras
los eclipses, las esdrújulas
las antiparras, los encendedores
los buques a vapor, los inciensos;
las catedrales, las fronteras
el insomnio, los estigmas
las pasiones, las herraduras
los trasbordos, los idiomas.

Y que hacemos vos y yo con tanta soledad acumulada.

10 de febrero de 2013

Tránsito


No sé que busco.
Tal vez un almohada o un sillón,
algún profesional con su receta a hacer terapia,
o un balcón.
Un té con leche por la mañana,
un mediodía sin sol,
un amanecer de invierno,
una mano arriba de la mía, no sé.
Tampoco sé que pretendo.
Si la espera absoluta o el instante rebuscado,
y me lo pregunto mientras me someto a la más triste de las estaciones.
¿En dónde quedó mi mirar infantil, el manantial en que pasaba los días?
He olvidado las promesas, los sueños, los días con amigos.
¿Hasta dónde me ha de llevar el tiempo pasado,
tiempo que es perdido pero que aún llevo a cuestas?
Espero que comience un nuevo día.
Ya no anhelo otra cosa, más que un nuevo renacer;
la insurrección de los cadáveres felices que en mi pecho bailan.
Y poder reír hasta el hartazgo nuevamente,
sin cadenas en mi cuerpo, sin anestesia en mis ojos
sin la presencia constante de miles y miles de soledades.
No sé que busco ni qué pretendo
pero lo que quiero no tiene nombre aunque sí amaneceres.
Tal vez la solución no debe estar donde lo pienso,
allí donde creo, siempre se mantuvo dichosa y a la espera;
tal vez la solución misma sea dejar de buscar y pretender,
resoluciones que tan solo me pueden llevar nuevamente a la misma hoja:
a coleccionar tristezas y compilar nostalgias,
a la acumulación errática de caos en sus múltiples formas.
Ya no espero nada, ya no aguardo por un sol distinto.
Hoy quiero verme sin verte y quererme sin querer,
renacer de las cenizas en la que me recuesto todos los días.
Por lo menos hoy, y mañana ya no será mañana,
será lunes pero sin sombras;
el nudo que ata mis alas dejará de existir. 

6 de febrero de 2013

Hay nostalgias y futuro


Tengo nostalgia del futuro y porque no pesadillas,
calambres en el estómago
y toda incertidumbre ya abolida.
El saber de que mañana por la mañana
tomaré un café con tostadas
y con la misma exactitud de todos los días
la luna estará más vacía y las estrellas tan lejanas.
Tengo tristezas y pasado, un historial lleno de desencuentros;
tengo angustias y un presente fragmentado
que podría dividirlo entre añoranzas y desvelos.
Tal vez trate de reponerme alguna noche
que de tanto desgaste comience a asustarme,
y le robe una esperanza al mes que viene o al invierno que tanto aterra,
y me conforme con lo que hay sin preguntarme si alcanza.
Y entre tanto capaz me anime,
y tome el atrevimiento de remodelar el calendario,
anular los días de tristezas indiscutibles,
refutar al destino las horas de completo desacierto
y negarle a las noches
el abatido ritual de lágrimas con que las aboco.
O tal vez cambie de parecer
y repentinamente niegue todo movimiento,
y me quede aquí donde estoy sin decir una palabra:
sin preguntarme por qué, sin plantearme hasta cuándo. 

2 de febrero de 2013

?


Para qué vinimos acá si no es para estar tan lejos, aunque tan cerca dirán los malos poetas y nosotros nos quedaremos sepultados en una risa sabiendo que el llanto que provoque no será ni más ni menos que para acompañar nuestra desgracia (una desgracia que en realidad no es nuestra si no tan sólo mía). Y para qué preguntarán todos al pasar, y no podremos contestarles, no saldrá de nuestras bocas ni una sola palabra, no habrá contestación y el silencio será sarcasmo y algún que otro chiste y seremos una sola risa, aunque tomar las llaves del auto y escapar, nos quedaremos allí sentados, mate de por medio, preguntándonos con la mirada ese para-qué. Allí estaremos horas, de seguro, nos aburriremos del techo, las paredes, de las canciones de fondo; nos hundiremos en un presagio ya cooptado por algún oído y nos quedaremos allí estancados pero sin llegar nunca al fondo. Caeremos y resucitaremos, nos anclaremos en el sillón y tomaremos una pipa y cual Sherlock Holmes comenzaremos a preguntarnos, a sacarnos las dudas, a despojarnos de rencores; cavilaremos con cuidado sobre cada una de las palabras dichas y reanudaremos la búsqueda en cada silencio. Cada determinado tiempo (ya pactado previamente) nos tomaremos descansos, de uno y del otro, y sobreviviremos solos, separados por una pared y una puerta, y así el cuestionamiento nos anulará a nosotros, y volveremos a mirarnos para saber que estamos vivos, pero sin una respuesta si no más preguntas sobre la vida y la existencia, y si es posible, etc etc. Comenzaremos nuevamente en cada momento que demos por terminado el asunto, porque no quedará en nosotros parte del cuerpo que decida estar en ese lugar sin respuesta alguna. Y ante tantos fragmentos y palabras cruzadas, volveremos nuevamente a nuestros ojos y comprenderemos que no hay equivalente a lo que queremos saber, y por lo tanto no hay punto final si no todo un nuevo comienzo que se pinta de amanecer y un nuevo día y así hasta que los dedos se hastíen de nosotros y queramos amanecer cada uno en su cama, verdaderamente lejos, más lejos de lo que hoy estamos aunque en el banco de la plaza nuestros nombres estén escritos tan cerca que parecen dos piedritas unidas en el fondo del río. O por lo menos eso es lo que dicen, y yo quiero creer, aunque sea para entretenerme un poco y salir de la rutina y el conglomerado de cuestionamientos que sé que me esperan al abrir los ojos y saber que no estas ahí y que a vos el para qué no te motiva ni un poco porque da igual a cero y acá todo está bien y yo te creo. Tan sólo podrías, o no deja, no te preocupes por que para qué (y te vas a quedar en silencio y vamos a reír, porque claro, otra cosa no nos sale mejor).