30 de diciembre de 2013

The other way

La ventana de este taxi
me recuerda al borde de tus labios
entonces: hasta cuándo el vos en la frágil sombra
dónde tu cuerpo cuando no es el tuyo
cómo tu forma donde no dormís
cuanta ausencia en un solo vaso (y ya es el último prometí)

el largo de tus dedos saludando a lo lejos
tus cinco sentidos cuando siempre perdidos
extrañé tu mirada cuando más me miraba
entonces: dónde la llave a tu cuerpo encendido
la clave al enigma ya descifrado
cómo tu llanto sin lubre
tu voz apagándose cuando
habla tu boca que nunca duerme.
Y es que te quiero
en esta avenida tan grande
que a mis ojos parece una callecita cualquiera
al espacio de tu nada
a la nada que es siempre tu principio
entonces yo: cómo el mapa a tu oído
dónde la palabra justa que acierte al centro de tu cosmo
cuándo la ventana sin luz, la persiana abierta
la fuente de la vida cifrada en tu pecho

Y es que te llamo cuando los postigos se cierran
entonces vos: cómo tanta soledad hacia mí
dónde alguna risa envuelta, algún juguetito de tus ojos
al menos la pelusa de alguna ilusión
y en cambio no esta lluvia miserable
de soledades que aterriza en mi ventana (tu otra imagen de vos sin espejo
tu nula presencia abriéndose paso // tu nulo vos sobre mí otra noche buscándose)
no esta lluvia trágica
de solitarios cadáveres de sueños
de verborragia de algún borracho celeste
de la sola gracia de dios olvidadizo
de tu puerta hacia mí que no encuentro
de tus pasos que se pierden a dónde
de tu alma desnuda caminando en mi boca  
                                                                cuándo. 

17 de diciembre de 2013

A la muchacha de ayer

A dónde ibas con tu paso a dónde
cuando te adentraste hasta el fondo de mis huesos?
El camino que caminabas
era también otro rayito del sol o la bifurcación del tiempo
para no tenernos en su vientre juntas dormidas?
A aquella muchacha que el azar
nos depara finales distintos irremediablemente
a dónde entonces solo vos y para mí tu mirar infinito?
De tus pasos que se hacían viento
y rozaban con los dedos las paredes que resplandecían respirándote
hasta qué distancia llegabas a dormirte y para vos mi alma?

A aquella muchacha del vestido,
que en el planeta de los nombres no existe
porque su materia es apenas una fisura
que alguna primavera se olvidó,
en mis ojos perduras en tu trayecto
de caminar de verano con tu amigo
y en mis ojos también tu pelo
tu sonrisa sólo una
tu mirada sólo una pero así el universo

A aquella muchacha vestida de sol,
con su voz de ladrido de ángel y nube
Aunque para mis oídos sea ausente su palabra
y sólo el sonido de los autos en lugar,
de vos te guardo toda
y caes en mí con la intensidad con la caen las flores
ya te quiero
aunque no sepa cómo llamarte
dónde encontrarte con qué pensarte
solamente que escuche tu voz entre tantas
que tampoco conozco
te encuentre sabiéndote tu sonrisa
el viento entre tus pelos cortos
el juguete de tus ojos
el sólo vos entre la gente

la llave al paraíso.

10 de diciembre de 2013

La incógnita

Hay algo dentro que no entiendo
dentro dónde, preguntarás
y yo te digo que en el interior de lo inmenso
en el aura de la flor que extingue en el jarrón
dentro dónde, insistirás
y yo te diré que en lo profundo del alba
ahí donde se oculta el rostro sin rostro
el abrazo sin brazos
las nubes sin ojos que las miren caminar
la caricia sin pelo, la boca sin letra
el cuerpo inmerso en las sombras de la ausencia


donde se esconden las estrellas
(el pedacito de cielo pálido en su soledad)
ahí la respuesta
que yo espero salga de tu boca


14 de noviembre de 2013

Tres


Me perdí
nuevamente
en el espacio sobrio que hay entre
tu palabra y tu palabra
ese abismo pequeñísimo
de instantes prófugos
que nos arrebata el vaso poco a poco
y me perdí mirándote
en los ojos de una pared
que me miraba
eran tus ojos los que se dibujaban
en la figura de ese gato
y eran tus palabras las que se desprendían
de otro rostro
y mi respuesta sí a tu boca
de otra boca

el silencio era ese extraño personaje
de galera negra
que se aparecía
cuando mis ojos miraban tu mirada
que no estaba allí

7 de noviembre de 2013

En el camino


El día que estoy aquí, ese amanecer, es dónde querer
y mirar tus ojos en naves
viajando hacia mí.
(“Peluca telefónica” – Charly García)

Y pensar
que en algún lugar me estas esperando.
Aunque no lo digas,
yo camino
y me reflejo
en vos
qué reflejarás vos
en mí
me dejarás, acaso, un lugar
en tu más bonito pensamiento
o me sumergirás
contigo en tu tristeza
para hallarte no tan solo
con qué recuerdo
me mezclarás a mí futura
en qué nuevo lugar ya conocido me arrojaras
qué calles, qué árbol viejo nos verán
a vos y a mí charlar
quién dará cuenta
cuando nos vean solitarias,
que en realidad no lo estamos,
y leemos las paredes escritas,
y reímos de las conversaciones que escuchamos

Las ausencias no nos corresponden
y la tarde ya es tarde
cuando ríen los fantasmas al atravesarnos
y nos dejan
solos en nuestra camino de no estar
verdaderamente solos

ellos comprenden la compañía ausente
comprenden el vos y yo lejanos
siempre juntos
ínfima capa de luz que me protege

5 de noviembre de 2013

Behind blue eyes

Me asombra
la tranquilidad con que mirás.
La forma en que tus ojos
se quedan estáticos, y
vuelven a irse
casi asomándose de lejos
saludando a la distancia la cercanía
indescifrable.
Se recuestan
como los árboles de la peatonal,
buscando una almohada celeste
entre los edificios tan altos.
Y vos, en cambio:
dónde te recostás
bajo qué cielo, qué brazos
qué impureza
cuántas ausencias
dónde las lágrimas, la más grandes
dónde el inicio-rueda de tu misterio
hasta dónde el fin-finito de tu sombra

(Desde las remotas profundidades
mis brazos llamando.
Nunca hubo tanto cielo
hasta que vos.)

3 de noviembre de 2013

Por las dudas, yo camino


Entonces qué encierra lo que vos ves
la caída de esa hoja, una pelusa suelta volando en el aire
una figura, un perdón, una sombra
qué clase de fantasma se pierde en vos
renace y se pierde
y muere
en los párpados cerrados del cansancio
qué permanece y qué duerme
en la tibieza de tus pupilas
en el fondo pureza que te sigue
qué ves cuando amanece
el atardecer de las magnolias o
vida que sigue
y vos sí, y vos siempre
la mirada que te encierra
qué clama, qué grita
y que te quiero
y puede que nada más
y la sola idea que el naufragio
que el domingo por la tarde
y vos yo, y yo vos
la sola idea de tenerte nunca
de colmar con besos la ausencia
de abrazo sin brazo
de caricia sin materia
la sola idea
de tu mirar con el mío
en el medio de calle
sin que vos sepas,
sin que yo tampoco.

31 de octubre de 2013

Traspolación nocturna

Mis más modestas disculpas
si en la noche de anoche
sentiste una mano perdida
caminando al ras de tu brazo
o si en el medio del sueño
te despertó un roce
que seguía la forma
que dibuja tu cara
o si acaso sentiste
desde lo profundo de tu ombligo
la mirada triste
de unos ojos huérfanos.

Anoche me equivoqué de sueño,
y llegué hasta tu puerta.

29 de octubre de 2013

XVI

I

las palabras tan huérfanas de vos
se te asientan en el pelo
se te apoyan en los párpados
y se van sin decirte
lo que buscan
verdaderamente
en vos.
El perpetuo permanecer
ya encontrado: dispersas
entre las hojas
sobre el suelo tan lejano
me son ajenas,
y se ríen y la distancia
y cae la noche
y croan los sapos
y se duermen sobre el suelo
y son abismo

II

Mis palabras se han vuelto hojas
y por segundos pareciera
que se te caen a vos de la boca
como si las soltase algún árbol viejo
o las arrastrara el viento

Mis palabras se han vuelto hojas
y chocan con nuestros pies y lloran
amontadas a un costado
por alguna escoba vieja
y nos miran desde abajo
pidiendo que les demos una mano
o una cama
en algún libro viejo

Mis palabras se han vuelto hojas
y me lloran con el verde gastado
y me piden que las salve
o que las deje caer 
por lo menos
en la boca de tu boca
que ahí la salvación 

19 de octubre de 2013

Hipótesis

Puede que sea cierto, sí
que también se me caigan los párpados
y pierda el pelo
y tal vez mañana me levante con una cicatriz
con forma de abrazo
y de la espalda me crezcan plantitas,
puede que sí, que sea cierto también
el calorcito que entra por debajo de la puerta
el césped un poco más verde
mis dedos guardados en los bolsillos
y puede que sí
que te extrañe y te llame
y te vea en la niebla de la mañana
y puede también
que te extrañe y te nombre
y respondas de algún lugar secreto
que solo vos sabes
y puede que todo esto sea cierto
porqué no
y te extrañe
y te vea y me respondas
aunque en realidad
no te aparezcas
y me sobren las verdades
para refutarme por completo. 



16 de octubre de 2013

A-palabras

Yo te dibujo
a través de la palabra que se me cae
que se me cuela y hace estragos
y te llama sin llamarte;
te traigo a mí lado
a través de la sonrisa que
se me crece
al verte venir sin que
vengas a mí realidad
a lo que creo
cuando te dibujo,
y vos allá que te cedes con alas a este juego -casi mariposa-
a los trazos, a los ida y vuelta
de los papeles arrugados
a los espacios blancos que dejan los libros
a la agenda de otros años
a la última hoja del cuaderno
a cualquier hojita suelta que aparezca en la mochila
como ésta,
donde hoy te nombro
y te traigo
y te siento en una silla al lado mío
y te dibujo un mapa
para que no te pierdas al volver
a tu sitio
o acá, cuando otra palabra se resbale
la más triste, la más sincera
la más ausente. 

12 de octubre de 2013

La Bida (o ké + da)

Hoy, en cada brazo,
en cada pierna, en la sola nariz
la pregunta
la big question de para qué
para qué en este cuerpo
bajo esta alma, con tan brillante mente
(y la sucia consciencia de los limpios)
por qué esta ausencia de colmillos
de cola alargada
por qué no el caminar patitas al suelo
y lamernos los cuernos los uno a los otros
(no tan bípedos, tan elegantes)
por qué no la cabeza bajo el agua
y extender las aletas
o charlar un rato desde la raíz de un árbol
por qué la suerte de estar erguidos siempre
de tener el tan imprescindible lenguaje (¡oh si!)
y las horas del reloj (¡si si si!)
de haber creado un dios y haber matado tantos otros
por qué la gracia de estar tan llenos de papelitos y etiquetas
y nombres para todo
por qué la filosofía, la praxis, el progreso
por qué no la simple vida
el sólo vida
de una florcita en el medio del asfalto
de un pez, de cualquier bacteria que duerme en el océano de tu saliva
por qué no la caricia más grande del silencio
por qué sí las ciencias, las certezas
el alma sin cuerpo
el cuerpo sin tiempo
el tiempo sin alba
por qué no la manada y sí las botas
por qué no el vuelo y sí los cables
para qué tanta sangre en nuestros dedos
para qué el orgullo, la razón, las vísperas de año nuevo
y no las vísceras, las escamas, el frote de un cuerpo con la tierra
para qué tanta vida
si nos sobran los motivos
para devolverla.

11 de octubre de 2013

La despedida

La noche tan noche,
la luna, vieja menguante,
se nos caga de risa:
el reloj marcando el ritmo
la escalera de brazos que se suceden
y cada vez más rápida la danza
el rito de un “hasta pronto” y siempre
siempre la escalera de dedos
de extremidades que son peldaños
el grito esperado
casi ansioso queriendo arrebatarse el cielo
y la carcajada de la noche que retumba
el último abrazo, el beso-fin;
infinito y cascada
grieta que se abre y distancia sin pelo
sin lengua
palabra que es viento
saludo y siempre la caída
el volver a empezando lo mismo
a la vieja luna
llena de misterio
tan llena de vos que es casi mía
casi acá sin vos que no me pertenece
sí, el viaje eterno,
lo de siempre.

6 de octubre de 2013

Renacer de lunes

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas” (Alejandra Pizarnik)

I

el mate frío en el medio
de la noche más fría
en el invierno
de lo más profundo de mi cuerpo
donde las paredes se mezclan
y el pájaro cede su vuelo
vuelve a ser jaula
consigue dormirse de nuevo
y regala sus ojos a la oscuridad de la sala

II

De qué espectro partió esta fuerza
(¡condenada!)
a cuánto horror,
a cuánta bestia fue despertada acaso
(las soledades más solas/soleadas del fondo del armario)
El sol se escondió hace tres días
(permíteme decirte la palabra soñada)
quebró la flor en su lecho
(que cese la nieve, que cese la nieve!!)
duele en cada dedo una ausencia.


(El techo se resquebraja. Bienvenida luz)

2 de octubre de 2013

Presuposiciones

I

Qué se supone que deba decir
al verte
cuando cruzando la puerta y abriéndose las rejas
yo te encuentre.
vos seguro dirás que –lógicamente-
saldré a saludarte, te veré bien
te lo diré sonrisa de por medio
y lo preguntaré
por el simple recaudo de guardar formalidades (“todo bien?”)
sabrás responderme, que sí que todo bien
y preguntarás lo que se pregunta
por también la mera formalidad (“y vos”)
y mi cabeza obviará las mil solicitudes de posibles respuestas
y diré que también, que todo bien.
Acá vos decidirás, casi jefa
de lo que acontece bajo ese techo
si se ocurre otra pregunta,
si se desplaza algún comentario rasposo por tu lengua
(vos sabes del tiempo que hay de acá hasta esta esquina)
y sí, entonces, “tanto tiempo”
y hacerte saber al fin
lo que cruza mis ojos: “te ves bien”
y sí, lo sabías,
afirmativo
y qué bueno haberte cruzado
sí, que bueno, ya yéndote hacia tu sitio
el beso formal, la sonrisa que yo veo
en ese “ nos vemos” y vos sin verme, en realidad,
y saberte deseándome esa suerte
que yo ya pensaba perdida,
y encontrarte así, e igualmente,
pero que fue del todo mía y decírtelo
al fin, y que lo sepas
pero vos ya estabas yéndote
justo cuando te vi.

II

Ahora sí, de vuelta al verte,
ya sin presuposiciones
sólo la pragmática
de verte y vernos
sabrás qué decirme
me sabré sonriéndote.

8 de septiembre de 2013

Divina comedia

Mirá que algo debe haber
aunque sea para mirarlo un ratito
que se cansen los ojos y lloren
de fatiga, de privación
de acumulación, de lodo
de arañas, de migas viejas
de fuego, de montaña
de luna, de piel, de papeles
de llovizna
de mar
de río
de laguna
de risa

28 de agosto de 2013

Aunque te nombre


las palabras con su respectiva ciencia
no me alcanza
los análisis, las entonaciones,
los fonemas, los glosarios
la sinonimia
no me sirve

el problema mayor
es que no sé con qué pretexto
llamarte


20 de agosto de 2013

Aparición



Sabrás verme cuando llegue el momento
cuando de las sombras luz se asome
y sepan tus ojos el instante adecuado
el estómago encendido
la llaga mayor a la intemperie.
Comprenderás lo mismo
sin enojo, tu presencia sin saberlo en mí
pretérito aclamando fugacidad del tiempo
las manos ansiosas
de saberte en ellas.
Sabrás verme
cuando desfilen por el reloj las horas
y se extirpen las ratas de la lengua
sabrás lo triste, lo sincero
mi sombra envuelta en la tuya
cuando nadie miraba.

Cuándo los ángeles permuten
¿sabrás verme?

13 de agosto de 2013

XV

Un pájaro se esconde
tras las líneas de tus manos.
Es decir,
que cerrás tu puño
y escondes alas
y algún deseo fantasma de no estar acá.
De poder verte con ojos persona
ahí donde tus manos crecen:
en la rama más alta, verte alada completa.

Pero
hay algo que vos no sabés
-quizás porque tus manos pajarito
se olvidan de contártelo cuando vuelven-
y los ojos se te cierran tristes
y la mirada se te baja casi sin quererlo
y se me escapa pedirte un abrazo
-pero tus manos pajarito aprovechan para descansar en tus bolsillos-
yo tan sólo quería mostrarte la punta de aquel árbol
adonde estabas recién mirándome mientras charlábamos.


24 de julio de 2013

XIV

Sincronicemos nuestro llanto
YA
no, pará
acá no se puede
el piso encerado, allá la vieja alfombra
que los vecinos, que los gatos y perros;
los pisos, son once
la cascada del Niágara
no se compara
pero no acá no
mira que el ascensor, las luces
los vecinos, acordate
vos sabes que el ruido
y un llamadito de teléfono y hasta a veces la policía,
entonces
el caos, el volcán plegándose a las paredes
¡ah la paredes! tan recién pintadas,
no acá no se puede
pensá el tele, la computadora
los muebles
y la pecera,
sí los peces regocijándose
salando sus escamas, sanando
¡No, los peces son de agua dulce!
acá no se puede
y no hay vuelta
que darle,
en la esquina una placita donde se amontonan palomas
allá podes, y sin que te jodan
de paso limpias un poco
y capaz en una de esas
encontras alguien que te acompañe
y te llore con vos. 

13 de julio de 2013

Al reflejo

Con el corazón a la altura de las rodillas:
te amo
te odio
te deseo
te desprecio

te quiero tanto lejos
como lo estás ahora
mirándome
aislándome
sintiéndome
crucificándome.

(al reflejo que hoy me mira, salud,
bienaventurado al estar conmigo
a estas horas de la noche)


1 de julio de 2013

¿Eso es todo?

Cómo explicar lo que sucedió en ese momento si de repente el colectivo había frenado y las luces blancas entraban furiosas por las ventanillas. Inútil era que intente correr las cortinas y mirar lo que sucedía afuera, los ojos gastados por el sueño y el cansancio no me dejaban ver. Algunos pasajeros se miraban confundidos, otros comenzaban a despertar de a poco, y también desconcertados por el sueño todavía latente en sus pupilas, buscaban señales en otros rostros, alguna explicación para estar parados cuando el reloj de enfrente indicaba que eran todavía las tres y algo y faltaba mitad de camino para llegar a Córdoba.
 La luz se filtraba por el frente, por los costados, y parecía acentuarse cada vez más ante nuestros ojos que se cerraban, acostumbrados a la mansa oscuridad del sueño. ¿En dónde estábamos, qué eran esas luces, por qué el colectivo no se movía? Nadie parecía poder responder. Y los viajeros se asimilaban a sombras fregándose los ojos.  De pronto una viejita dos asientos adelante rezando. ¿Eso era todo? ¿No había nada más? Las ventanas colmadas de luz blanca, el silencio solamente interrumpido por la fricción de los cuerpos al acomodarse, al moverse para encontrar otros ojos, otra esperanza.
Un niño de atrás comenzó a llorar. ¿Entonces no había dolor? ¿No había un paso previo, un atravesar una puerta, algún vidrio? ¿Eso era todo? La madre apenas moviéndose para tranquilizar al niño. Seguro a él también le dolían los ojos, sus apenas ojitos de pocos meses, de tan poco… Al lado, un hombre que recién despertaba, que apenas comprendía. Y la vieja de adelante que rezaba en voz baja. Y entonces ¿cómo? ¿algún caballo que se cruzó, o simplemente el chofer cerrando los ojos, como todos los que viajábamos arriba, y ya está hasta acá llegamos, se acaba el viaje? ¿o sigue, hacia dónde? Los otros viajeros confundidos, algunos insistiendo en el sueño, que no volvía, que se desplazaba por otras partes del cuerpo. El niño que no paraba de llorar, y una mujer por algún lado acompañaba a la vieja con murmullos y plegarias. Alguien que se le ocurra algo, lo primero, que nos explique porqué ahora, de esta manera. Pero nadie se animaba a emitir alguna palabra. ¿O había sido algún otro, un desconocido, que también se había encerrado, como nosotros viajeros, en un sueño, y ahora estábamos yendo todos hacia ese lado? ¿acaso él también era luz como el chofer? ¿o el caballo, o también cabra o vaca, también se enceguecían como nosotros? Algunas manos que revoloteaban las cortinas, pero imposible ver más allá de esa luz que obligaba a cerrar los ojos, a insistir de nuevo al sueño que se rehusaba a dejarse penetrar, y era quedarse mirando el asiento de el frente o el techo porque al lado había ojos que también buscaban explicaciones y con tanto no se podía.
Un hombre animó a levantarse, pero rápidamente volvió a su asiento. ¿Para qué salirse de ahí? ¿Ir a buscar qué? El niño lloraba, y si apenas respondía la madre. Una chica hurgando en su cartera, no sea cosa que el reloj del enfrente esté mal, y exista una suerte de coincidencia en que todos erremos y que nadie esté dando cuenta que eso, que ya llegamos, si son las seis y chirola, y es la terminal de Córdoba bien iluminada, tan ciudad que asquea. Pero no. Tres y veinte. Sin errores, sin minutos que corrieran si no sólo murmullos de rezos ahogados y un niño que no cesaba en su llanto. Afuera la luz, la incógnita infinita de sabernos enteros y ahí sentados yendo hacia dónde, y porqué justo ese animalito ahí en el medio, el descuido de las rutas argentinas, me imagino a mi papá diciéndolo y puteando, y sobre la cantidad de muertos al mes por año, y ahora tu hija… ¿Quién se lo iba a decir? ¿Cómo iba a reaccionar? Y a mí de qué me servía saberlo si yo estaba ahí sentada ya en medio viaje, y el niño que seguía llorando y la chica sin querer creerlo, seguro indagando a las cuotas del azar. Y adelante la vieja con las manos juntas, acompañándose del rezo, nunca tan cerca y con tanto miedo, pero por qué ahora diosito, cuidámelo al Adrián, y así con la otra mujer que a lo lejos la seguía, que vaya a saber qué le preguntaba pero sin culpa sin tanto interrogatorio innecesario en estas circunstancias donde ya todos estábamos a un solo paso, mismo viaje sin quererlo. ¿Y eso era todo? Una que otra lagrimita de la chica, las súplicas silenciosas de una madre, la inmovilidad de un hombre aferrado al asiento, cómo si hubiese otra posibilidad, otro orden de cosas… El colectivo de pronto comenzó a moverse. Las luces blancas desaparecieron. Parecía que al fin el niño dejaba de llorar.

28 de junio de 2013

XIII

Allá a lo lejos
la distancia.
Te alejabas,
tranquila
echaste andar.
Te acercabas a tu ausencia,
a tu creación máxima.
Donde mis pies pisaban
la sombra crecía:
-a lo lejos-
tu casa
eras vos allá
entrando
sumergiéndote tras la puerta
-acá a lo lejos-
yo entrando
los siempre puentes
etimología inagotable de las direcciones opuestas.   

25 de junio de 2013

Oferta




Abrazo la ausencia.
Qué hay entre los brazos muertos
la cama vacía, la copa vacía
el televisor vacío
la ventana y las cortinas vacías
las fotos con la familia vacía
mirar tras la puerta, salir al pasillo
vacío
y encontrarse fumándose un puchito
con el reflejo de los vidrios opacos
y saberte vos contínua,
brecha de por medio
un pasito acá el otro allá
vacante, casi lista para estar en cualquier vitrina
y sin embargo no tan vacía
porque sabes que en algún lado estás
aunque no te pertenezcan esos dedos con que hoy fumas tranquila
y las ropas se te venzan en un plazo
los infatigables colores se te venzan
y se te gasten rápido las pupilas
y la forma en que te peinás
las cosas que giraban a tu vuelta ya no giran
y hay mundo sin vos y estás vos sin mundo
(lugar de nacimiento:cualquiera
lugar de pertenecia:ninguno)

difícil sabertelo así
la extensa búsqueda aleja y en eso
las raíces se van poniendo viejas y entonces
pensás si hay florcitas para vos ahí donde te queda
más cómodo, comodísimo
y te miras al espejo y sabes
aunque no quieras lo sabes
y entonces sí: vacío y ceniceros
lamparitas viejas y vacío
vacías botellas
vómitos vacíos de contenido
-vranquila vos vené vaciencia-
pero allá a lo lejos una pequeña luz
giros nuevamente, mundos nuevamente
la luna agrietada con su saludo cósmico
incendio de la ciudad
giro copernicano
mandarinas matecitos
la plaza amigos
las montañas espesas
musiquita guitarra poemas
letras  puntos comas
el corazón sigue vivo:
no se está tan vacía. 


18 de junio de 2013

Preámbulo para irse a dormir cuando tenés un poco de fiebre

Antes que nada: un té, el tiempo restante va a ir pasando lentamente. Esperar que el sueño y el frío calen en lo más profundo de los huesos de la espalda, que de a poco los dedos obstaculicen las manos, que las manos se quejen, los brazos se estiren, rocen la cabeza que comienza a nublarse, y el frío ya no se aguanta (menos el tiritar constante a la altura de las rodillas y la quijada), y tampoco el estornudo, las garganta raspada, los moquitos tristes cayendo suavemente. Que la fiebre retumbe en cada manga y bolsillo, en la frazada que tenés para que no se te enfríen más las piernas.
A la cama, ya es hora. Previo al desparramo del cuerpo por debajo de las sábanas, la música: un tanguito (mi caso), también puede ser algún jazz o blues, o una guitarra que suene más triste que la voz de los negros y también es válido.
Los movimientos suaves. Rogar que la cama esté tendida, acercarse despacio, arrastrando los pies, de a poco irse quitando la ropa, despacio, con la sutileza necesaria para no tocarse con los dedos cada vez más helados, despacio el sentarse en la cama, el ponerse el pijama con delicadeza, casi sin dedos y la cabeza que parece empañada, los ojos turbios. Ahora sí: pijama, otra colchita, tal vez otro abrigo porque el frío parece que no negocia y pretende quedarse, y entonces pones play al equipito y a prepararse. Y así seguís pensando que la cama nunca estuvo tan helada, que las sábanas parece que te desprecian y te susurran espacios llenos de frío, y se escapan por allá cerca de los pies. Al paso, pensás que las rodillas no van a parar de moverse, y el frío no se olvida de vos, y hasta te hace bailar la mandíbula. Es cuestión de un tiempito, ante esto vos pensás que nada peor te puede haber pasado, y que cuándo acabará esto que para enunciarlo referís a categorías tales como: agonía, sufrimiento, estertor (si es que la sabías a esa) y en realidad, lo que pasa, es que el tiempito se hace tiempo dependiendo de vos, mejor si te tranquilizas y escuchas la música que ya va cerca del cuarto tema, y no va que se te acabe y vos todavía no hayas cedido al acomodo, a la terrible fiebre y la desesperanza, lo que se corresponde.
Entonces el viaje podría comenzar en cualquier momento. Una vez que vos te acomodas y cedes un poco el espacio a la fiebre a que se diluya por todo el cuerpo (práctica que es mental por dos motivos: uno, porque vos pensas que la fiebre ya está por todo el cuerpo pero en realidad sólo la tenés en un espacio que va desde tu nariz hasta unos cuatro o cinco centímetros por sobre el hueso frontal, y dos, porque las posiciones mitad bolita mitad humana impide la salida de calor del cuerpo que por algún motivo quiere salir, y el cuerpo hay que darle eso que pide, entonces…), vas aflojando, convirtiéndote en un par de extremidades por debajo de una sábana, como si estuviesen sueltas y sólo un calor naciente de un centro las uniera, como esos muñequitos de madera raros que me suenan a Pinocho, y se van uniendo los pedazos a través de la música, las canciones que están bajito en el fondo, el esfuerzo necesario de escucharlas (pero algo te dice que para esto ya le tenés que haber metido algo de esfuerzo, ceder con más flexibilidad, no vaya a ser cosa que estés acá cuando se transite el tema nueve y el cd tiene sólo once canciones, viste. Ventajas de las nuevas formas de reproducción musical: formato mp3 y carpetas. Otro tema). La música en fin que suena al fondo, la pieza que espera en oscuras al sueño agobiante y que se te duerman los ojos, pero vos aguantas un poco, y además, difícil dormir con música cuando hay tanto instrumento suelto y un voz que te enciende hasta los cartílagos de la oreja. Pero es así: aguantas. El sueño de a poco te duerme el cuerpo, los brazos que se te quedan inmóviles, los nudos de la espaldan se dejan de sentir, las piernas que ya no responden al frío, permitido asustarse, claro, girar un poco el cuerpo para que no sientas que el resto se muere lentamente, y seguir concretando el sueño, por atrás, un fondo cósmico, oscuro, las estrellas son cada nota, cada palabra que resuena en el absoluto. Vos te vas durmiendo, y comienza el viaje. Vale despertarse, y tratar de encontrarse en la letra (por eso mi favoritismo a los cantantes en mi idioma para este tipo de traspolación), escabullirse de cada instrumento que resuena en cada tejido, en cada pedacito de hueso, que va tornando de otro color lo que era fiebre y como te va goteando el cuerpo, la remera pegada, el frío en la espalda y olvidártelo porque hay un bandoneón o una guitarra impecable en el fondo, un piano que no para de sonar y tus uñas quieren imitarlas contra el sonido de alguna superficie, se te escapa uno que otro gesto, articulas algo que se mueve sólo, tu cuerpo es fiebre y música, y vos estás ahí bajo capas de frazadas y sábanas, y también no estás, pero sonás ahí abajo, y tu cuerpo retumba el sonido en cada parte.
Te dormís, capaz que no dure mucho el sueño apagado, y seguro también soñas algo que se mezclará con las canciones y tendrá un ritmo particular. Al otro día te darás cuenta, no habrá que desesperarse, y dirás si el viaje fue plácido o turbulento, o si se te perdió algo en el durante (además de alguna media, las infatigables escurridizas), ya la fiebre de seguro se habrá dispersado y el cuerpo habrá vuelto a su temperatura normal. Permitido quejarse de que no se durmió, de que no se ‘descansó bien’, sutilezas innecesarias a esta hora del partido cuando recordás que anoche tu cuerpo volaba en fiebre y eras un solo caldito de sopa humano. De vuelta la tranquilidad, la paciencia y a tomarse un juguito de naranja en el desayuno, y así con sucesividades.

  

P.D: En caso de que siga el cansancio, el frío calado en la espalda al despertarse, y no haya sido de total (ni el más mínimo en realidad) agrado el viaje, ya el caso no me pertenece y mis métodos no se corresponderían, lo cuál –si me permite- lo derivaría con algún tipo de veterinario o un especialista en ondas magnéticas o de formas de metacomunicación clásicas de las ballenas francas australes porque, bajo mí criterio, no existe cerebro humano que resiste a la combinación de sueño y extractos musicales. A esto sumada la situación de fiebre, es un desvarío de la raza humana no “comerse un viaje” en tales circunstancias. 

13 de junio de 2013

Palabrerío III

Lo que queda es otra figura,
un cuadro distinto
paralelo.
Casi una antítesis,
aunque digo ‘casi’ porque sino
esto  sí sería una antítesis tal como se la conoce,
y es que tampoco haya tanto carnaval:
hay pena y hay gloria
una mezcla de melodrama y suspenso
que daría de qué hablar en todos los festivales de cine.
Así también
hay tanto perdón como olvido
aunque sea un poco de ambos
tampoco por completo,
y digo ‘tampoco’ porque sino
sería algo concluso
y no estaría acá
escribiendo esto que dejaré olvidado
en cualquier cajón.
Ante esto preguntarás
que para qué pija escribo todo esto entonces
si al fin y al cabo terminará
en un cajoncito de un cajón de algún mueble,
entonces yo te digo
que lo hago por costumbre,
o tal vez
porque sí
porque quedó algo
casi un cuadro distinto,
tampoco una analogía de algo mejor.


11 de junio de 2013

Palabrerío II

Seamos sinceros:
crees
en el confort de la angustia,
en la compañía sincera de un jarrón,
en la voluntad apagada
de una quijada sin sonrisa?
lo crees o solo asentís sin tanta penuria
sin tanto montaje y confección de los hechos
de lo que son –efectivamente-
los verdaderos hechos:
la verdadera angustia
el sincero jarrón
la apagada sonrisa.


En efecto: no hay tanta pena
hay alegría y primavera
y variedades de flores
entre la muchedumbre,
perdidas
dejándose morir al ras del piso –casi un cielo-
mezcla de chicles y colillas y hojas viejas
esperando volver a nacer
(cuando quiera la angustia
ponerlas en un jarrón
volviéndolas sonreír) 

10 de junio de 2013

Palabrerío

disparates
disparidad
disputas

desmanes
despótico
pero pará con tanta euforia, muchachita,
acá no hay carrera, no hay reloj
no hay barco que perdure
prolifere
provenzal
plumíferos
de qué lado estas, che
contando qué historia
qué histeria
cuántos horrores!
Pero andá con cuidado, viste
no vaya a ser cosa
que alguna pared se te cruce

por el frente
y te quedes sin pie

y sin derecho
como para comenzar bien la semana
pero qué le vamos a hacer
habrá que ponerle freno
y volver a empezar
con más disparates, disparidades, disputas…

5 de junio de 2013

XII


Que tristeza saber
que tenes un dolor infinito
clavado en el medio de tu cuerpo.
Y que ese dolor es tan tuyo
como todas las historias que me contas, a veces,
cuando te das ese tiempito nostálgico
y los ojos se te nublan
y queres volver a donde siempre, allá a lo lejos.
Saberte acá siempre
pero con distancias implacables,
y son dolores de cabeza, picazón, ronchas
maremotos que terminan
donde ahora empieza tu dolor máximo.
Tu dolencia ya es el tiempo
las historias de tanto naufragio, el asma, la cruel lejanía,
la vivir para contarla pero desde alguna nubesita
donde apoyarás tu cabeza y vivirás
en algún lugar remoto de todos los que conociste.
Y vas a estar bien, siempre
iluminado, sin las persianas cerradas, calefacción;
vas a estar como vos quieras
sano, sin esa mezcla de dolores y fármacos.
Con amigos, los mejores
con hermanos, los de antaño
con un cuadernito para que escribas tus memorias
y nos los mandes en alguna tarde de llovizna
y te queramos mucho más con el colorcito de las montañas,
e imaginemos tu mar y tus sombras
tus tantas manías
tu dolor sin lamentos, la vida nueva abriéndose paso.







1 de junio de 2013

Saludo

Se trastocaron un poco las cosas, viste,
un poquito más de luminosidad
y plaf
de pronto ya no estábamos en una misma habitación.
Supongo que de nada sirve que tratemos
de buscarle alguna puerta, un porqué
fueron sucesiones, la muletilla previsible.
Nos conocemos,
sabemos a dónde se dirige la cosa.
Y conocemos las nostalgias guardaditas en el escritorio,
las calumnias irrumpidas,
el globo desinflándose de a poco
perdiendo su tamaño
y más chiquito
y cada vez más globito hasta que
plaf
es sólo un globo, baboseado, amorfo.
Vos entendes como viene y va la cosa:
esto de que si nos cruzamos en alguna esquina
vos de una lado, yo del otro
por una misma vereda
sabemos que ahí abajo el kiosquito,
que cómo andas
y los canteros sin tanta flor gastada, marchita
por acá las cosas bien vos
un cielo sin tanta nubecita gris, desesperanzas microscópicas
y un hasta luego que sabés que es un hasta luego
porque ya no hay tanta literatura para ir narrando, viste 
ya no hay más que un gusto verte
y saber que verdaderamente el gusto es mío y tuyo a la vez,
sin tanto remordimiento,
sin tanto juicio detrás de cada muela.

8 de mayo de 2013

XI


Los días que han pasado
algo, creo yo, deben haber dejado.
Más años de vida, o menos
no me interesa.
He vivido y transformado.
Mi calendario es un laberinto con pasajes absurdos,
y unos, menos que otros, o más todavía, pueden ser memorables
y llamar agitados a un mar de placeres furtivos, a una alegría de recuerdo efímero.
(la sonrisa que los acompaña, el buen gesto al contarlos, sucesividades.)
Y otros (muchos, pocos, reales, imaginarios)
sólo piden una tregua conmigo misma, un olvido fugaz que se perpetúe.
(bandera blanca saliente de mi pecho, frenesí de nostalgias y rencores)

Yo creo que los días que han pasado
no fueron años, ni lustros acumulados;
si no instantes
pequeñitos, minúsculos
anclados en mi piel.
Aquí nacen y mueren todas las explicaciones.
He vivido y permutado.
Y ahora vuelvo a los días con más vida
sin gestos de cansancio, de dolores estancados en el medio del pecho;
vuelvo sin haberme ido realmente, pero habiendo abandonado un largo tramo.

Ahora es distinto, y es que afuera debe haber nuevos soles y barriletes,
un festival de colores en la ciudad más gris de todas
y nuevas sonrisas a quien robarle una que otra lágrima (de carcajada, por cierto).
Debe ser que ahora los días están vivos
y no soy sólo yo la que camino, sino con ellos.
Ahora respiro y muero en cada espacio de la calle,
y mi cuerpo va soltando pedazos de mí a lo largo del trayecto,
y voy perdiendo mi sustancia como un volcán en cada esquina,
y así todos los días,
mi cuerpo segmentado se va desarmando:
algunas partes se quedan abrazadas al cordón de la vereda,
otras descansan acostadas en una escalerita,
y otras, más panchas todavía, se quedaron en mi casa sin levantar cabeza
pero estoy viva,
y vivo,
y eso es irrefutable. 




24 de abril de 2013

Es (a)hora


Andate. No te quedes acá.
No me perteneces, yo no te pertenezco.
O si no decime
en qué momento firmamos ese pacto tácito,
esa entrega forzada al uno y al otro,
al juego de sombras, de tormentas en cada esquina.
Andate. Que las puertas se abrieron,
ya las polillas se mezclaron en el aire, y son libres
y vos también, deberías.
Andate. Con qué pretexto te podes quedar acá,
con qué excusa justificas este martirio,
esta sumatoria de cadáveres.
No te quedes ahí estancado,
rondando los ida y vuelta, seduciendo en el medio de la noche
al conglomerado de tristezas.
Andate, te lo ruego.
La fragilidad de mi carne te lo ruega
las suturas en mi alma te lo ruegan
las llagas de mis poros te lo ruegan.
Dejame, por favor,
andate
tu cuerpo en mí es inerte, desposeído,
sólo un dolor de lo añejo, de pútrida quimera.


Dejame, ya es hora,
andate de mí esta noche, volvé a donde tu cuerpo descansa.







19 de abril de 2013

Every single day

Y si yo te digo
que hoy 
no es hoy
si no
soleado y hojas amarillas
bicicletas
papelitos de colores
me creerías
o dirías
que algo está fallando
y que estoy loca
mientras
vas
dejando
sobre mi mano
un almanaque
con
         cada día
                       encuadrado
                                           en una
                                                    casilla
                                           distinta.

X


Quedó algo estancado.
Algún silencio ya dicho,
alguna telaraña colgando entre las patas de la mesa,
una que otra sonrisa escurrida por el hueco del inodoro.
Algo hay que no es
se siento pero no es
cierto espectro agazapado en las sombras que despilfarran las cortinas,
cierto pasaje secreto entre la sala y la puerta del baño.
Habrá quedado algo de nosotros tirado
junto con los papelitos y las pelusas debajo de la cama,
habrá escapado de nuestros ojos
algún sendero secreto, alguna cosquilla irrenunciable.

Hay atardeceres cómplices del más cruel de los sentimientos.
Y ante el senil supuesto de que en realidad no haya nada
es que aparecen los buitres a roer los huesos,
a no dejar nada más que algunos huesos
para volver otra noche y otra y así la secuencia constante de sucesividades.
Hay algo
hay algo
de tenue luz, de inconsistencia infinita
que no es
y tampoco será.

7 de abril de 2013

Hay algo que decir


No encuentro otra forma.

Se acabaron las circunferencias, las diagonales.
Los silencios dejaron de existir hace rato,
y las canciones y frases se volvieron invisibles,
tan indiferentes a nosotros, que ni nos rozan.

Se extinguieron algunas oraciones.
Hay párrafos que parecen mordidos por un ratón,
y esos espacios pasan desapercibidos,
ni siquiera el vacío alcanza a rellenarlos por lo menos un poco.

La música se apagó.
Suavemente se fueron destartalando los casettes,
y sin buscar algún tipo de artefacto moderno,
nos sumamos a las masas silenciosas que se ven desde el balcón.

Desertamos los encuentros.
Sin quererlo, nos sumergimos en palabras que no convocan,
en preguntas aisladas, ajenas, alienadas,
peregrinas de algún sueño ya olvidado.

Obligamos a que la suerte nos aceche.
El azar, tan cuestionado por excelencia,
se convirtió en nuestro mediador,
menester de todo lo que nos atañe.

Y lo dejamos así sin recelos.
Sin oposición, sin esfuerzo,
sin el más mínimo de los intentos por buscar algo distinto,
y ahora somos víctimas predilectas de ociosos desvelos.

Hay algo que decir, y está la forma.
Ambigua, casi absurda,
que busca escabullirse por todos los rincones,
pero a pesar de todo esto, sin quererlo nos interpela y nos vomita.

Existe la forma. Y es ésta. 

6 de abril de 2013

Transparencia

Quiero quedarme en vos,
así como lo estoy haciendo ahora.
Quemándote las pupilas, desenredando tu lengua,
insertándome ahí donde se desenvuelve el material del que están hechos los sueños.
Aunque no esté acá, y no haya tristeza.
Esgrimirte los dedos, volatizar tu aura,
renacer en cada sollozo o risa irremediable.
Perdurar y perderme;
congelarme e incendiarte lentamente.
Acostarme a tu lado
sin dejar mi peso sobre tu almohada
y despertarnos sin apuros, sin la misma vida.
Quiero quedarme en vos:
sacudir las noches estrepitosas,
saborear las tristezas, profundizar las sonrisas.
Quiero quedarme dejándote,
aunque sin irme realmente, sin abrir las puertas;
y quedarme en vos sin que lo notes
y después levantarme despacito,
e irme lejos, tanto como lo estoy ahora,
pero dejarte algo irreemplazable,
algo adentro tuyo que te haga eterno. 

3 de abril de 2013

¡Cuidado! Nube suelta


Una nube negra deambula por el medio de las sierras. Al mirar por la ventana del auto, mis ojos no escapan de encontrarla y dar cuenta de su enorme tamaño. Ahora, yo me pregunto, ¿quién será el mal afortunado que yace, con los pies sobre la tierra, debajo de esa nube? Cuántas soledades, cuántos fantasmas, harán falta para llenar de tanta oscuridad tan grande nubarrón; como si fuese una acumulación de pesares, de lamentos que sobrevuelan la atmósfera a poco de ser lluvia. Y pienso en ese ser que de desplaza ahí abajo, queriendo escapar de un destino tan agónico que hasta es materia, y para darse cuenta alcanza con sólo levantar la vista y verlo venir (sin nombrar el peso ahí adentro inmensurable). ¡Pobrecito, si fuese yo aquella persona, no me alcanzarían las agallas para terminar ese día con vida! Girar, correr, lo que sea, y que esté ahí. Que a lo largo del campo busques fijar tu mirada en otro lado, pero sin poder escapar de las sombras que reflejan millones de moléculas sobre tu cabeza.
Y no es quiera parecer pesada, ¡pero deberían haber visto el tamaño de esa nube! Podría intentar describirla, y compararla con los cerros que tenía a mi izquierda, pero tampoco alcanzaría, y teniendo en cuenta mi incapacidad para los números y las certezas, simplemente prefiero decir que la nube era tan grande que alcanzaba para cubrir del sol a un pueblo entero, y revestirlo de una tristeza inmensa; tan opaca, que obligaría a la gente salir de sus casas en busca de un abrazo, y los vecinos llorarían todos agazapados sentados en la vereda, y de golpe hasta las casas envejecerían junto con los niños y los perros.
Tal vez esto pasa seguido y los diarios y noticieros no hablan de ello, y este, en realidad, es el verdadero origen de los ríos, y nunca nadie dijo nada. Y tal vez hoy, sin quererlo siquiera, un arroyo se regocijó con la más triste de las desesperanzas, y ahora entre las piedras descansa el tormento de un solo hombre, o de una sola mujer, o tal vez los dos juntos llorando una muerte o un infortunio.
O tal vez era sólo una nube y abajo sólo un hombre que justo pasaba… Pero no, esas serían demasiadas coincidencias. 

Algún fragmento

... en ese preciso momento en que la grieta del pecho se abre
y, entre mariposas y murciélagos y el humo de los autos,
uno está allá donde las almas no descansan,
y está acá dónde los cuerpos no viven. 

23 de marzo de 2013

IX


Qué lindo verte, che,
sentirte de este modo,
el verde del pasto, tu sonrisa repleta de ternuras.
Qué lindo tenerte
y que seas acá
como yo en vos aunque casi interplanetarios, miles de galaxias de por medio.
Y mirarte y mirarme,
aunque sea con distinto rumbo, y así sucesivamente.
Qué lindo el sonido de tu voz, tu boca
tu pelo al entrecortar el viento,
y tu cabeza tan libre, los sueños, atardeceres.
Mis manos con las tuyas,
mis dedos entrelazando tus poros
aunque sea con tacto perdido,
que a nivel empírico equivalga a todos los valores nulos.
¡Qué lindo todo esto que nos pasa, aunque nada sea!
Y quererte así tan absurdamente,
con las letras, los espacios, los silencios
quererte así sin pelos y explicaciones,
quererte así queriéndote como quien no quiere,
pero en realidad
sólo es un corazón de primavera.

¡Qué lindo sentir esto, che!
Esto,
que no es otra cosa que mi libertad de quererte.

9 de marzo de 2013

Postal de otoño


Me importa poco lo que indique el calendario: el otoño comenzó. No en todos lados, es claro, porque el clima y las horas siguen siendo rehenes de las cláusulas de verano (más en esta siesta tan agobiante que la fiaca y los niveles de humedad son análogos), pero aún así, yo camino por la calle, a la altura de Olmos e Ituzaingó, ¡y es otoño! Las hojas dificultan el paso, los árboles comienzan a desnudarse sin pudor, el sol se esconde tras los edificios. A cualquier hora es otoño, aunque la estación sólo dura cien metros. Y claro, una como yo llega a la esquina, donde el sol vuelve a azotar y el ruido de los autos no descansa, y quiere volver al murmullo de las hojas secas en cada paso, a los troncos quebradizos, listos para ser desnudados por el viento otoñal que en esa cuadra se esconde. Y entonces la esquina: entre la fanfarronería de la ciudad que vuelve a encontrarse en la mirada de uno, se encuentra erguido el mayor de los ejemplares otoñales, un árbol de antaño, que de tantas tristezas comienza a teñir sus hojas en esta fecha, cuando el otoño todavía no piensa ni asomarse. Se impregna en la retina el baile de sus ramas al compás del viento, en sus hojas nace el amarillo como un deseo de libertad, de soltarse marchitas ya hartas de la sustancia nostálgica en la que se encuentran sumergidas. Seguís el camino. Y el paisaje se queda ahí, estancado, conservado como en una foto. Sólo en tus retinas queda un otoño pasajero, que por ser finito lo eternizas en cada paso, y así seguís, buscando con la mirada otro ejemplar que tampoco se corresponda. Y sólo sonreís. Después de esa cuadra, el día es un otoño constante. 

7 de marzo de 2013

VIII

Aclaro que ya no quiero, ya no espero.
(¿hay lugar, acaso, para otro desvelo más?)
Prefiero la figura estática
el desenlace pasivo, aniquilamiento y volver a empezar.
Lo quiero, lo espero
lo llamo sin motivos, desnudo mis mejores encantos
y salto por fuera a la ventana esperando encontrarlo.
¡Qué ambición corroe éste cuerpo,
que ya no quiere, ya no espera!
Tampoco siente,
y se va convirtiendo
poco a poco
en otra lágrima más.

28 de febrero de 2013

Las sombras

Si pudiera concentrarme en ti,
como mi sombra lo hace con tu sombra,
haríamos el amor bajo cualquier árbol
y las palabras se agotarían con tan sólo un roce.
Y estaríamos tan contentos
de saber que nuestra casa está en cualquier vereda, bajo cualquier sol,
tan sólo estemos el uno al lado del otro.
Podríamos jugar a encontrarnos,
cuando caminando nos soltemos las manos,
y nuestras sombras nos contemplen desde abajo,
tan cerca que son una sola.
Y descansar de nosotros juntos,
y que sin tocarnos,
las sombras nos vuelvan a unir,
bajo cualquier árbol, en cualquier rincón del sol.

26 de febrero de 2013

VII


Quedemos así:
en que las idas nunca nos llevaron a ningún lado,
y a las vueltas las olvidamos previo al saludo formal.
Vos me comprendes, es mejor así.
Aunque si sería de otra forma
con la suerte haciendo de camarada,
de fiel amiga y casi amante,
sabes que no trataría de negarlo.
Sin motivo para alarmarse,
las heridas ya son partes de mi cuerpo,
no hay nada más por sangrar.
O si.
Y entonces las propuestas quedarían vacías,
ante tanta precariedad clavada en la pared,
y la alfombra se desnudaría ante las sombras ya disueltas.
 

Y para comprender:
La cicatriz es un cascarón de la última flor de la primavera.
Y verás, que duele tanto que es insoportable
y el analgésico ya no da abasto
y el corazón se marchita
y el invierno no es más que otra invitación al cielo testarudo
que por hoy y mañana
no nos deja de llover. 

25 de febrero de 2013

I am the Waterloo



Me he dejado llevar,
basurear, acarrear, conmover.
He dejado que las aguas vengan y  purifiquen mi ausencia.
He fallado, negado,
disuelto, y luego, he aceptado.
Fui sustituida. Fui cómplice,
asesina, autora intelectual y escoria. 
He sido demasiado, y siempre tan poco.
He recitado plegarias, leído manuscritos,
he soñado y despertado desnuda, más de una vez.
He contraído fiebre y desvelos,
he leído epitafios con mi nombre,
he desistido al encuentro de algo tras la puerta del placard.
Me marchité más de un invierno.
Carezco de ímpetu, y en cambio, me encuentro sobrante de torpezas.
He trastabillado con mi suerte, 
y dejado que el azar no sea más que penuria.
He muerto y nacido en el mismo momento 
en que el amanecer se pintaba de gris;
y ante el canto somnoliento que en los ángeles brotaba,
he renunciado a los años sobrantes.
Y así me he desecho, antes que los cristales rocen mi piel.
Me he perdido y vuelto encontrar,
en los mismos bares, las mismas plazas,
rodeada de las mismas soledades, o tal vez nuevas.
He dejado que la corriente fluya, lejos de mí
como si mirarla desde la orilla ya no sea la muerte misma,
la vida sin un fin.




(Miro la vida desde un agujero, 
parecido al hueco de un pantalón.
Rodilla izquierda, para ser exacta).


15 de febrero de 2013

No entiendo


Las pericias, las falencias
las calles sin nombres, los trámites
los semáforos, los acolchados
las cocinas a gas, los rascacielos;
la monogamia, las partituras
los eclipses, las esdrújulas
las antiparras, los encendedores
los buques a vapor, los inciensos;
las catedrales, las fronteras
el insomnio, los estigmas
las pasiones, las herraduras
los trasbordos, los idiomas.

Y que hacemos vos y yo con tanta soledad acumulada.

10 de febrero de 2013

Tránsito


No sé que busco.
Tal vez un almohada o un sillón,
algún profesional con su receta a hacer terapia,
o un balcón.
Un té con leche por la mañana,
un mediodía sin sol,
un amanecer de invierno,
una mano arriba de la mía, no sé.
Tampoco sé que pretendo.
Si la espera absoluta o el instante rebuscado,
y me lo pregunto mientras me someto a la más triste de las estaciones.
¿En dónde quedó mi mirar infantil, el manantial en que pasaba los días?
He olvidado las promesas, los sueños, los días con amigos.
¿Hasta dónde me ha de llevar el tiempo pasado,
tiempo que es perdido pero que aún llevo a cuestas?
Espero que comience un nuevo día.
Ya no anhelo otra cosa, más que un nuevo renacer;
la insurrección de los cadáveres felices que en mi pecho bailan.
Y poder reír hasta el hartazgo nuevamente,
sin cadenas en mi cuerpo, sin anestesia en mis ojos
sin la presencia constante de miles y miles de soledades.
No sé que busco ni qué pretendo
pero lo que quiero no tiene nombre aunque sí amaneceres.
Tal vez la solución no debe estar donde lo pienso,
allí donde creo, siempre se mantuvo dichosa y a la espera;
tal vez la solución misma sea dejar de buscar y pretender,
resoluciones que tan solo me pueden llevar nuevamente a la misma hoja:
a coleccionar tristezas y compilar nostalgias,
a la acumulación errática de caos en sus múltiples formas.
Ya no espero nada, ya no aguardo por un sol distinto.
Hoy quiero verme sin verte y quererme sin querer,
renacer de las cenizas en la que me recuesto todos los días.
Por lo menos hoy, y mañana ya no será mañana,
será lunes pero sin sombras;
el nudo que ata mis alas dejará de existir. 

6 de febrero de 2013

Hay nostalgias y futuro


Tengo nostalgia del futuro y porque no pesadillas,
calambres en el estómago
y toda incertidumbre ya abolida.
El saber de que mañana por la mañana
tomaré un café con tostadas
y con la misma exactitud de todos los días
la luna estará más vacía y las estrellas tan lejanas.
Tengo tristezas y pasado, un historial lleno de desencuentros;
tengo angustias y un presente fragmentado
que podría dividirlo entre añoranzas y desvelos.
Tal vez trate de reponerme alguna noche
que de tanto desgaste comience a asustarme,
y le robe una esperanza al mes que viene o al invierno que tanto aterra,
y me conforme con lo que hay sin preguntarme si alcanza.
Y entre tanto capaz me anime,
y tome el atrevimiento de remodelar el calendario,
anular los días de tristezas indiscutibles,
refutar al destino las horas de completo desacierto
y negarle a las noches
el abatido ritual de lágrimas con que las aboco.
O tal vez cambie de parecer
y repentinamente niegue todo movimiento,
y me quede aquí donde estoy sin decir una palabra:
sin preguntarme por qué, sin plantearme hasta cuándo. 

2 de febrero de 2013

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Para qué vinimos acá si no es para estar tan lejos, aunque tan cerca dirán los malos poetas y nosotros nos quedaremos sepultados en una risa sabiendo que el llanto que provoque no será ni más ni menos que para acompañar nuestra desgracia (una desgracia que en realidad no es nuestra si no tan sólo mía). Y para qué preguntarán todos al pasar, y no podremos contestarles, no saldrá de nuestras bocas ni una sola palabra, no habrá contestación y el silencio será sarcasmo y algún que otro chiste y seremos una sola risa, aunque tomar las llaves del auto y escapar, nos quedaremos allí sentados, mate de por medio, preguntándonos con la mirada ese para-qué. Allí estaremos horas, de seguro, nos aburriremos del techo, las paredes, de las canciones de fondo; nos hundiremos en un presagio ya cooptado por algún oído y nos quedaremos allí estancados pero sin llegar nunca al fondo. Caeremos y resucitaremos, nos anclaremos en el sillón y tomaremos una pipa y cual Sherlock Holmes comenzaremos a preguntarnos, a sacarnos las dudas, a despojarnos de rencores; cavilaremos con cuidado sobre cada una de las palabras dichas y reanudaremos la búsqueda en cada silencio. Cada determinado tiempo (ya pactado previamente) nos tomaremos descansos, de uno y del otro, y sobreviviremos solos, separados por una pared y una puerta, y así el cuestionamiento nos anulará a nosotros, y volveremos a mirarnos para saber que estamos vivos, pero sin una respuesta si no más preguntas sobre la vida y la existencia, y si es posible, etc etc. Comenzaremos nuevamente en cada momento que demos por terminado el asunto, porque no quedará en nosotros parte del cuerpo que decida estar en ese lugar sin respuesta alguna. Y ante tantos fragmentos y palabras cruzadas, volveremos nuevamente a nuestros ojos y comprenderemos que no hay equivalente a lo que queremos saber, y por lo tanto no hay punto final si no todo un nuevo comienzo que se pinta de amanecer y un nuevo día y así hasta que los dedos se hastíen de nosotros y queramos amanecer cada uno en su cama, verdaderamente lejos, más lejos de lo que hoy estamos aunque en el banco de la plaza nuestros nombres estén escritos tan cerca que parecen dos piedritas unidas en el fondo del río. O por lo menos eso es lo que dicen, y yo quiero creer, aunque sea para entretenerme un poco y salir de la rutina y el conglomerado de cuestionamientos que sé que me esperan al abrir los ojos y saber que no estas ahí y que a vos el para qué no te motiva ni un poco porque da igual a cero y acá todo está bien y yo te creo. Tan sólo podrías, o no deja, no te preocupes por que para qué (y te vas a quedar en silencio y vamos a reír, porque claro, otra cosa no nos sale mejor).